LLUVIA DE ESTRELLAS
(Cuento)
Por: Nabonazar Cogollo Ayala
TEMA: El amor hacia
nuestros semejantes.
SUBTEMA: La solidaridad,
la deferencia, la empatía, la amistad y la confraternidad.
GRUPO ETARIO:
10-16 años.
Miró Dios hacia la tierra y contemplando en ella a los seres
humanos a quienes consideraba como su mejor obra entre todo lo creado, notó que
algo hacía falta en ellos…
-
Pedro… ¡mira a mis hijos los
hombres! ¿Notas cómo ríen, cómo saltan y son felices?
-
Sí mi Señor –respondió Pedro- pero yo no creo que sean realmente felices, aun cuando lo parezcan.
¡De hecho no lo son!
-
¿Qué no son felices, Pedro? Algo
quizás faltará en ellos pues no los hice perfectos, porque entonces serían iguales
a mí… pero ¡Yo los juzgo felices!
-
No mi Señor, con la humildad en su
saber de un ser inferior a ti, te digo que no lo son.
-
¿Por qué, Pedro, te atreves a decir
tal cosa?
-
¡Porque les hace falta esto...!
Y sacando de una vieja mochila un puñado de pequeñas estrellas
a modo de chispas de luz centelleante, las arrojó al vacío. Las chispas se
hicieron luz potente que todo lo invadió; que todo lo penetró a medida que
caían desde el firmamento.
-
¿De qué son esas luces, Pedro? ¿Qué
es eso que le has echado a mi creación?
-
¡No te preocupes mi Señor! Pronto
lo verás….
Camila iba hacia la tienda a comprar lo del diario, en su
pequeña ciudad. Iba de prisa porque pronto sus pequeños hijos volverían del
colegio con un hambre de león. Debía tenerles preparado el almuerzo. Cuando de
repente algo sintió. Fue algo tremendo pero a la vez hechizante que de alguna
parte misteriosa vino y penetró en ella hasta lo más íntimo de sus
pensamientos, dándole una profunda sensación de paz y tranquilidad. Fue como un
torbellino que la envolvió, en un segundo, en un mágico arco iris que la rodeó
de pies a cabeza. Cerró los ojos y se apretó fuertemente las orejas con ambas
manos, al tiempo que se inclinaba casi hasta el suelo.
-
¿Qué es todo esto, Dios mío?
Se dijo angustiada en medio de la dicha de aquello extraño y
novedoso que le estaba ocurriendo. Y
pasó, lentamente, pero ya no fue igual… Camila abrió los ojos y ahora el mundo
era espectacularmente bello, pintado con más vivos y brillantes colores. Bello
era el cielo… ¡bellísimas y alegres eran todas las personas! Aquel viejecito
que la despachaba en la tienda del barrio, era ahora respetable, justo y lleno
de una profunda y gran sabiduría. Y el perro de lanas del vecino… ¡qué bello y
qué tierno era ahora!.. El niño de la escuela, la abuelita del parque… ¡Todo,
todo se había transformado! Camila iba de un lado a otro del pueblito con los
brazos abiertos, los ojos llorosos y el corazón sobrecogido de alegría. Y
entonces los vio, ahí venían sus hijos. El amor por ellos le salió por todos
los poros. Se unió a ellos en un vibrante y apretado abrazo en donde las
lágrimas y las caricias fueron la nota dominante.
-
¡Mamita!.. nosotros te queremos, te
adoramos, tú nos haces felices y la vida sin ti nada sería.
Dijo el pequeño Federico, mientras Felipe –su hermanito menor-
se le colgaba a Camila de las piernas, en un loco intento por trepar hasta su
regazo.
-
¡Mis hijos! ¡Mis retoños!.. ¿Por
qué antes no supe que los tenía ahí, siempre conmigo? ¿Por qué había estado tan
ciega?
-
Porque no amábamos, mamita, porque
el cariño, el amor, la amistad y la ternura faltaban en nuestras vidas; como el
agua que da vida a las flores bellas del campo…
-
Sí, hijito, sí! Pero Dios es
grande. Nos ha dado este don precioso de amar y ser amados, de sentirnos bien y
ser felices con la felicidad del otro, de dar y recibir amistad; de ser el uno
para el otro en la unión fraterna de amarse sin límites. Del ser para quien nos
quiere, porque esto es en últimas la esencia de la vida…
-
¡Sí, mamita, sí!
Mientras todo esto ocurría en la tierra; en los azules y
empinados cielos se sucedía la siguiente escena:
-
¿Con que a eso te referías, no
Pedro? ¿A la chispa del amor y la amistad?
-
Sí mi Señor.
Contestó Pedro con los ojos arrasados en llanto.
-
Yo también fui hombre y supe un día
que la esencia del vivir era el amor; que el móvil del ser es el entregarse al
otro y que el objetivo de la vida terrena es el servicio desinteresado al
otro.
-
¡Sí Pedro! Me has convencido.
Fuente: Este
emotivo cuento lo escribí en el mes de septiembre del año 2001, a propósito de la
fiesta del amor y la amistad. En realidad una vez escrito me olvidé de él y
cualquier día, pasados siete años, tuve la fortuna de hallar la vieja libreta
en que lo había escrito, lo cual me produjo una gran alegría. Ahora he querido
compartirlo contigo, amable lector.
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